
Se dice, tal vez como consuelo o como estímulo, que todos somos creativos y que aplicamos nuestra creatividad en todas las fases de la vida, no solamente en la producción de objetos estéticos. Pero esa creatividad no me resulta interesante porque casi siempre es un parche que aplicamos en nuestras vidas para seguir adelante con ella.
A mí me interesa y me fascina el momento en que se produce la chispa de la creación, es decir, cuando en la mente fecunda una idea que se convertirá en algo que su creador llegará contemplar como algo muy propio y a la vez ajeno.
Me imagino a los científicos conectando electrodos en la cabeza de algunos voluntarios intentando captar las descargas eléctricas que emite el cerebro mientras se encuentra ocupado en tareas unánimente consideradas creativas. Y es posible que lleguen a cartografiar la zona exacta del cerebro donde se produce el primer destello, a trazar su recorrido y sus relaciones neuronales y demás. Pero, al final, estarán tratando de lo inefable, de lo que no puede ser contado ni reproducido sino vivido desde lo más íntimo de uno mismo.
Por eso se repite tantas veces la misma pregunta: "¿Cómo se le ocurrió el tema de su libro/pintura/canción/etc.?", como si el origen de una idea pudiera darnos la respuesta a la pregunta primigenia: "¿Qué somos? ¿Por qué nos comportamos así? ¿De dónde viene todo esto? ¿Para qué sirve?"
CONTINUARÁ
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