jueves, 28 de julio de 2011

COMPETENCIAS BÁSICAS o el arte infinitamente fecundo (1)

Los placeres de la mente son incontables. Y, para mí, uno de los más indefinibles y por ello atractivos, es el de la creatividad. En las biografías de artistas, sobre todo fotógrafos, me detengo en ese momento en el que se decide su camino: a veces es una elección fortuita, a veces el desenlace previsible de una afición, otras veces es un salvavidas emocional, vital, o el resultado de una asociación afortunada con alguien que ejerce de mentor, tal vez menos dotado pero no siempre... Ese momento crucial se relata en retrospectiva como una crisis, aunque a mí me parece más acertada la comparación con la metamorfosis de la marisposa y el estado de latencia de su ser final, el que está destinado a ser porque no puede ser algo distinto.

Se dice, tal vez como consuelo o como estímulo, que todos somos creativos y que aplicamos nuestra creatividad en todas las fases de la vida, no solamente en la producción de objetos estéticos. Pero esa creatividad no me resulta interesante porque casi siempre es un parche que aplicamos en nuestras vidas para seguir adelante con ella.

A mí me interesa y me fascina el momento en que se produce la chispa de la creación, es decir, cuando en la mente fecunda una idea que se convertirá en algo que su creador llegará contemplar como algo muy propio y a la vez ajeno.

Me imagino a los científicos conectando electrodos en la cabeza de algunos voluntarios intentando captar las descargas eléctricas que emite el cerebro mientras se encuentra ocupado en tareas unánimente consideradas creativas. Y es posible que lleguen a cartografiar la zona exacta del cerebro donde se produce el primer destello, a trazar su recorrido y sus relaciones neuronales y demás. Pero, al final, estarán tratando de lo inefable, de lo que no puede ser contado ni reproducido sino vivido desde lo más íntimo de uno mismo.

Por eso se repite tantas veces la misma pregunta: "¿Cómo se le ocurrió el tema de su libro/pintura/canción/etc.?", como si el origen de una idea pudiera darnos la respuesta a la pregunta primigenia: "¿Qué somos? ¿Por qué nos comportamos así? ¿De dónde viene todo esto? ¿Para qué sirve?"

CONTINUARÁ




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