miércoles, 8 de mayo de 2013

ESTADO DE SHOCK


     Desde mi última entrada en el blog, he tenido muchas experiencias que me han hecho reflexionar acerca de mi trabajo como docente, pero el contexto general hace que éstas pasen a un segundo plano. Nos encontramos en un contexto de recortes generalizados por parte del Estado, gobernado por una derecha gozosamente sometida al dictado de un ente denominado "troica" (FMI, BCE, UE) al que se presenta como la encarnación del rigor y la severidad que España necesita porque sus ciudadanos se han excedido en el disfrute del Estado del Bienestar. Como a niños malos, se nos penaliza con todo tipo de mutilaciones, en los salarios, en el tiempo libre, en las pensiones, en la sanidad, la dependencia, la cultura... presentando los cambios como un mal menor: todo se hace para evitar una catástrofe colosal.

      Los políticos europeos se presentan ante las cámaras (pues no puede decirse que se atrevan -sobre todo en el caso español- a enfrentarse cara a cara con los ciudadanos) compungidos, como el cirujano que abandona la sala de operaciones para comunicar a los familiares (es decir, el pueblo "soberano") el último parte sobre el estado de un paciente que ingresó con pequeñas molestias que han resultado ser un tumor maligno del que no se sabe si saldrá vivo y, si lo hace, será en unas condiciones muy mermadas. El mensaje, semana tras semana, sea en Portugal que en Grecia, en Italia o España, es siempre muy parecido: "A pesar de nuestros esfuerzos, el paciente no mejora y nos hemos visto obligados a amputar un nuevo miembro a fin de garantizar su supervivencia." El estado de shock de los ciudadanos ante un diagnóstico tan dramático les impide reaccionar. Y de que no puedan hacerlo, ni cuestionar su competencia, se encarga "el equipo médico habitual", que mantiene un permanente suspense sobre el pronóstico del enfermo a la vez que niega la posibilidad de un tratamiento distinto (las aportaciones de la oposición se ridiculizan como si fueran ocurrencias ingenuas o ejercicios de deslealtad fruto de la mala fe), e incluso de la eutanasia (la salida del euro).

      Las secuelas psíquicas de la dictadura franquista aún son patentes en la mentalidad española: la indignación no supera el temor a moverse y "perderlo todo", y el resultado es un generalizado encogimiento en lo personal y una resignación en lo colectivo, como si esta crisis sobrevenida, trufada además de revelaciones de prácticas corruptas que afectan a todas las instituciones (sin descartar a la Corona)  fuera un desgraciado cataclismo natural cuyas consecuencias nadie podía imaginar. Y así, los auténticos responsables de la crisis económica ganan tiempo para introducir medidas sociales y económicas que ponen en entredicho las bases democráticas de nuestro sistema político. El lema acuñado por la odiosa y odiada Margaret Thatcher, "No hay alternativas", repetido hasta el sarcasmo, es una manifestación de una concepción despótica del ejercicio del poder, además de una burla a la inteligencia del ciudadano y un desprecio a su capacidad de hallar soluciones eficaces a unos problemas que no ha creado y que, sin embargo, lo tiene como chivo expiatorio. 

        El aumento de los despidos, de los desahucios, los suicidios por motivos económicos, las colas en los comedores sociales, en los bancos de alimentos, el retorno forzado de miles emigrantes que vuelven a sus países con menos de lo que trajeron, por no hablar de los que duermen sobre cartones en el interior de los cajeros de los bancos o que rebusca en los contenedores,... nada de esto parece hacer mella en los gobernantes. Estos, en lugar de guardar un piadoso silencio, se prodigan en declaraciones a cual más insultante. Su catadura moral se retrata en la práctica de una "neolengua", ya anunciada por George Orwell en su ficción distópica "1984", que consiste en envolver con eufemismos (como la famosa "movilidad exterior" de muchos jóvenes licenciados) el drama que se está viviendo en España para que parezca una manifestación de libertad individual cuando en realidad es la puesta en práctica del "Sálvese quien pueda" ante un futuro que se presume aún más negro e insoportable.

      Pero cuando el cuerpo (físico o social) se acostumbra a una situación, por dolorosa que sea, ya es capaz de reaccionar y empezar a tomar medidas para atajar la raíz del mal. En este caso, una parte de la sociedad ha empezado a reivindicar sus derechos, a reclamar la responsabilidad de los causantes de la crisis, a demandar soluciones y no palabras y a denunciar ante la Justicia o las instituciones europeas cuando el Estado incumple con su función de velar por el cumplimiento de las leyes que protegen al ciudadano. Lo hace a través de asociaciones, de plataformas, de manifestaciones, de programas y manifiestos,... Las redes sociales, los medios alternativos se convierten en difusores de esa energía que poco a poco empieza a cuajar y a aglutinarse para romper esta estructura opresora que se niega a aceptar que, si el mundo ha cambiado y ya no volverá a ser como lo conocíamos, también lo ha hecho la base que sustentaba sus privilegios y que, cuanto más alto pretendan elevarse sobre los ciudadanos, MÁS DURA SERÁ LA CAÍDA.