
Estas reflexiones surgen tras la visita a la exposición de Faustí Llucià Libro-catálogo de las 'Y' del relato de Jorge Luís Borges "El jardín de los senderos que se bifurcan en la galería Esther Monturiol de Barcelona (y que forma parte de una colectiva de homenaje al escritor argentino cuando se cumplen 25 años desde que abandonó este mundo).
Siguiendo con la línea de reflexión metafísica con la que acabé el anterior post, resumiría la obra de Faustí diciendo que es una y trina. La unidad es temática y se remite a esa obra inquietante del autor argentino, que él mismo modestamente redujo al género policial, en la que un personaje cuenta en primera persona un hecho que sellará su destino a la vez que cumple con una misión que le trasciende. La trinidad se encuentra en la diversidad de lenguajes y soportes que ha utilizado el artista catalán para materializar lo que esa lectura le inspiró.
Al entrar en la galería, un antiguo almacén textil del Eixample barcelonés, con sus techos altos y espacios despejados, vemos una pared cubierta con hojas en tamaño Din-A3 en las que se repite un mismo motivo: dos trazos diagonales, uno más largo que el otro, que se encuentran en un punto del espacio del papel. A distancia, esa maraña de trazos tiene un algo de vegetal, como si fueran tallos estilizados, optimistas, que remiten a un tipo de pintura ya clásica basada en la abstracción de la naturaleza, transformada en concepto. Pero no es así en este caso: si nos acercamos vemos que, junto a esos trazos, hay unas palabras que no parecen tener ninguna conexión entre sí. Hay que volver al título de la exposición para entender que los trazos son la imagen de la y griega, que Faustí Llucià contabilizó en el relato tan como un dato misterioso y necesario como la trama que narraba Borges, y que las palabras en minúscula están extraídas de la historia.
El segundo elemento material de la obra es un recipiente de metal muy grueso y pulido que contiene el libro-catálogo que da nombre al conjunto. Cuando habla de este proyecto, Faustí nos recuerda que ya trabajó con este material anteriormente pero que aquellas cajas (citar obra*) no tienen nada que ver con ésta. Aquí, la caja está apoyada en la pared y contiene las impresiones en papel de alto gramaje con el resto de la colección de Y griegas que desgajó del relato. Produce una sensación curiosa el contraste entre la pesadez del material contenedor y la ligereza, física y conceptual, del contenido, es decir, de las hojas de papel que parecen flotar una encima de la otra.
El tercer elemento es el más sorprendente, y el que me ha llevado a incluir esta reseña en un blog que está pensado para hablar sobre temas relacionados con la enseñanza. Se trata de una pantalla de vídeo en la que se ve un encadenamiento de rostros adolescentes que enuncian con gran convicción un conjunto de palabras, sin ninguna relación de continuidad. En todos los enunciados está la conjunción Y, que nos devuelve al relato El jardín de los senderos que se bifurcan (http://www.literatura.us.borges/jardin/html) y la aparente sencillez de su sintaxis. Para no distraer al espectador, el vídeo original en color se ha convertido a un suave blanco y negro que atrae sin dificultad la mirada sobre el fundido-encadenado de las caras aún sin consolidar de los alumnos de 4º de la ESO de un instituto público barcelonés que se prestaron al juego que el artista les proponía.
Y ahora viene el quid de la cuestión, el punto en el que, en lugar de bifurcarse, coinciden creativamente el camino de la experiencia personal y el de la expresión artística. Al contrario que Borges, cuya experiencia de la vida es primero libresca (como demuestra este cuento con sus referencias a la historia de China, Alemania, Inglaterra, etc.) y posteriormente la que le procuraba su condición de maestro de las letras argentinas, Faustí parte de un hecho muy íntimo que no tiene pudor en revelar porque constituye la base de su actual experiencia del mundo. Y esta no es otra que la condición de padre.