martes, 25 de mayo de 2010

PESADILLA POR EXCESO DE ENTUSIASMO


El otro día tuve una pesadilla cuyo "relato" proseguía a pesar de tener un sueño entrecortado. Sucedía que había tenido un Nombramiento y, ni corta ni perezosa dada la cantidad de días que llevaba sin trabajar, me presentaba en el centro para conocer cómo era antes de incorporarme a dar clases.

Como es costumbre, me enseñaban el espacio, la distribución de aulas, etc. y me explicaban el funcionamiento básico. Al ser una vacante de Francés, me pedían que asistiera a una reunión de Departamento, que por cierto tenía lugar en una habitación que más bien recordaba alguna de las bibliotecas de Filología e incluso formaba parte del grupo docente una profesora amiga mía que ya está retirada.

La reunión era un auténtico tostón y el solecito que penetraba por los altos ventanales (una reminiscencia más de la arquitectura de la facultad donde estudié en los '80) me amodorraba y me incitaba a preguntarme cuándo acabarían las colegas con sus tópicos docentes.

Sonaba un timbre, tan penetrante y desagradable como suelen serlo en la mayoría de institutos. Por fin era la hora de ir cerrando temas. Miraba mi reloj y veía que eran las ¡tres y media!

¡Las tres y media y yo me había olvidado de entrar en Gencat.net para acceptar mi Nombramiento y generar la credencial!

¡Si no me daba prisa constaría como No Aceptada y nombrarían a otra persona y a mí me pondrían la última de la lista, sin posibilidad de trabajar en lo que quedaba de curso!

¡Horror! Uno más de mis despistes por exceso de ansiedad.

Me decían que buscara a la Directora para que ella lo arreglara. Pero la susodicha no estaba, se había ido hacía un rato porque la afortunada no había tenido que zamparse una reunión inacabable.

Entonces debería ir yo directamente a Secretaría, que, curiosamente, no estaba en el mismo edificio. ¡Debía darme prisa para solucionar mi situación! Por suerte, una compañera se ofrecía a acompañarme y allí empezaba un viaje acelerado sobrevolando carreteras que atravesaban riscos escarpados que no se parecían a ningún lugar conocido en Cataluña. Yo miraba el suelo y veía que corríamos como si fuera en el asiento trasero de una moto pero ésta debía de ser invisible porque yo solo veía la tierra prensada de la carretera.

Cuando por fin llegábamos a nuestra meta, el lugar era como un pueblecito de cuento y la puerta de entrada a la Secretaría más pequeña que yo, que ya es decir. Las atareadas trabajadoras utilizaban imprentas para generar sus documentos, así que ¡ni hablar de encontrar un ordenador!

La única solución era llamar a la Delegación de Maresme-Vallés Oriental, cuyo número figuraba en la agenda de mi móvil, esperando que las funcionarias no se hubieran marchado ya a casa.

Sin embargo, cuando lo buscaba, tal como sucede en los sueños, me resultaba imposible leerlo, como si fuera borroso. Mas tarde, por lo visto tocaba una tecla errónea y ¡se conectaba Emoción! Aaaagggh! Mi móvil me mostraba todo su potencial en el momento que menos me interesaba descubrirlo y, tratando de volver a la pantalla de teléfono, me pasaba una página de Internet a otra, y bien sabía yo que acabaría pagándolas a precio de oro...

Al final estaba tan harta de la situación, de la que no podía salir por más que lo intentaba, que en el mismo sueño me decía que quería acabar con ese continuo enlazarse de la peripecia y volver a despertarme. Y ¡plis plas! me desperté.

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