
¿Qué ha pasado desde entonces? Pues al menos treinta años y con ellos toda una contrarrevolución conservadora cuyos efectos ya apuntaba la Pulitzer de 1991 Susan Faludi en su magnífico ensayo Reacción, la guerra no declarada contra la mujer moderna (Anagrama).
Uno de esos efectos ha sido la extrema cosificación del cuerpo humano, convertido en objeto de consumo para uno mismo y para los demás, sometido a la mirada escrutadora e implacable de ese ojo social totalitario, que se materializa en la ubicuidad de los soportes gráficos y la confusión que rige en los medios entre información y publicidad y que hace de todo y de todos modelos de uso y consumo.
La revolución sexual de los sesenta y setenta se ha contrarrestado por un lado propagando el miedo al Otro mediante el uso interesado de una enfermedad de aparición tan "oportuna" para los intereses reaccionarios como el Sida, logrando anular a través de campañas de amedrentamiento general la espontaneidad que debería reinar en las relaciones entre esos hombres y mujeres que por fin podían considerarse semejantes después de librarse de la oscura amenaza de los embarazos no deseados.
Y por el otro lado, la generalización de la Pornografía como sexualidad de referencia. No conformes con multiplicar su presencia en revistas y programas de radio o TV, los actores porno se ven aúpados a la categoría de maestros del Ars Amandi, dando consejos o lecciones en libros o Salones del Erotismo (muchas veces subvencionados con dinero público con el pretexto de ser una "industria" que crea puestos de trabajo).
Justo por estas fechas me encontraba el curso pasado haciendo una sustitución que coincidía con la semana en la que se lleva a cabo el Crédito de Síntesis. Yo tenía horas de Biblioteca y allí acudían los alumnos cuando tenían que consultar alguna información para completar sus tareas. Mi función era facilitarles el acceso y procurar que ninguno se dedicara a ocupar un ordenador en horas de clase para juegos on-line. Así que, cuál no sería mi sorpresa cuando me encuentro a unos alumnos de 1º de ESO frente a un Plano de Detalle de unos genitales femeninos extraída de una colección de imágenes pornográficas. Cuando les llamé la atención al respecto, uno de los chicos me dijo con toda la seriedad del mundo que sólo trataba de rebatir a su compañero algún dato en el que, al parecer, éste estaba totalmente equivocado a tenor de lo que había dicho su profesora en alguna clase de Ciencias. ¡En fin! Tanto si lo que decía era cierto como si no, lo que si era preocupante es que incluso para ilustrar un tema de ¿Biología? las imágenes pornográficas fueran lo primero que los chavales se encontraban en la Red.
Sin olvidar las series con protagonismo juvenil en las que supuestos adolescentes viven con una libertad económica y sexual que ya quisieran muchos treintañeros. En ellas, tanto si son de intriga como costumbristas, los jóvenes parecen obligados a emparejarse unos con otros o, peor, con profesores o adultos en relaciones que sirven para alargar las tramas pero que traspasadas a la vida real serían fuente de conflictos con muy poco encanto.
(Continuará)
1em; margin-right: 1em; text-align: center;">
1em; margin-right: 1em; text-align: center;">