domingo, 17 de junio de 2012

Funcionarios: ¡A POR ELLOS!

http://economia.elpais.com/economia/2012/06/15/actualidad/1339773152_986213.html
El FMI pide a Rajoy que suba ya el IVA y baje los sueldos a los funcionarios

El pasado jueves se notaba una emoción especial en el instituto. En el vestíbulo aparecían unas reproducciones en cartón de la figura de Tintín y Milou, muy bien recortadas aunque una observación atenta revelaba que el perro era proporcionalmente mucho mayor que el famoso periodista belga. Pero la observación atenta no es, por suerte para este caso, el rasgo más destacado de los usuarios del instituto en el que trabajo (otro día entraré en detalles).
Además de los recortables, había una colección de pósters en color azul, amarillo y blanco en tamaño Din A3 (la "cosa" no da para más) que avanzaban el evento: ELS CATARRES iban a visitar nuestro instituto.
¿ELS CATARRES? ¿Y quiénes son esos? Me lo preguntaba yo igual que muchos otros. Pues resulta que son el grupo musical que ha hecho furor en Cataluña con una letrilla que revela la existencia de dos Cataluñas en la Cataluña que pensaba tener resuelta la integración de los denostados "charnegos" de los años cincuenta a setenta gracias, supuestamente, al efecto benefactor del tiempo y de la inmersión lingüística en catalán.

El leitmotiv de la cancioncilla "Oh, Jenifer, me tunearé el coche por ti" habla de un auténtico sacrificio por amor, un amor prohibido que se desarrollará en discotecas del Baix Llobregat y no en la Cataluña profunda que tanto hace (y deshace) para que la integración deje de ser un tema candente.
Sin embargo, la visita no tenía nada que ver con las Jenifers y los Jordis sino con su otro éxito: Tintín, en el que rompen con el tópico de las canciones de amor: no puedo vivir sin tú, me arrodillo ante ti, etc. No, los Catarres han aprendido a vivir sin el objeto de su amor, "Soy Un Tintín sin su Milú; no tengo a nadie que me salve el culo, y a fuerza de ir levantándome he aprendido a vivir sin ti." ¡Chúpate ésa, marquesa! ¡Por fin el trovador se libera de la dama!
Remei, la profesora del Aula d'acollida, o sea ese limbo educativo al que van a parar los niños recién llegados (nouvinguts, en catalán) de cualquier parte del planeta que ignoran que en Cataluña se habla en catalán, ideó un videoclip en el que sus recién catalanizados alumnos versionarían la canción de los Catarres. Para llevar a cabo la puesta en práctica del ejercicio de inmersión contó con la ayuda del profesor de música, Bernat, un sustituto valenciano con más moral que el alcoyano pues a éste no se le ocurrió, ni más ni menos, que incluir a los alumnos de 1º de la ESO en tan meritorio proyecto.

Sí, he dicho 1º de la ESO, un conjunto de criaturas mayormente sin civilizar cuya ausencia del instituto (¡qué buenos son los profesores que se los llevan de excursión!) la nota uno en el cuerpo porque el sonido ambiental baja a un nivel que la OMS ya puede considerar adecuado para la salud humana. Entre clase y clase son esas criaturas que se hablan a voces, se lanzan unos encima de otros o reciben bofetadas o insultos por parte de las chicas (curiosamente, ellas se besan muchísimo, se hacen trenzas mutuamente en medio de la clase y se llaman cariño). Algunos te llegan contusionados de la media hora de patio porque se han saludado a empellones y, claro, hay que llamar a quienquiera que se encuentre al otro lado del teléfono y escuchar de la madre afectada: "¡Pues vaya instituto que no tiene a ningún profesor vigilando!", y una, que como no es funcionaria ni tutora y por tanto no va a verse las caras con ese macro-arquetipo de madre suburbial, le suelta: "Señora, parece mentira que no sepa que todos los niños son unos bestias y que andan todo el día a golpes y, que, además nosotros no tenemos que educarlos: tienen que venir educados de casa." Y dentro de clase, son esas criaturas que cuando me toca hacerles una guardia, se me gasta la voz, acabo echando a cuatro o cinco de la clase y si la clase es la mía, por suerte un desdoblamiento en el que sólo hay doce o catorce, directamente la empiezo echándolos de tres en tres, quedándome con cinco en total, o arrepintiéndome de no haberlos echado de tres en tres desde el principio de clase, como me piden los que sí están algo civilizados, y son conscientes de que, por mera ósmosis, corren el peligro de perder esa capa de autocontrol que seguramente incorporaron en un colegio concertado.

Bien, pues ese material humano fue el que se prestó a obedecer las órdenes de la Remei y el Bernat y repetir cuantas veces se les pidiera las tomas que contiene el vídeoclip. La realización se ve condicionada por lo vetusto de la tecnología, incluidos los saltos en los giros del trípode, pero, bueno, así empezó Méliès y hoy lo veneramos.

Como suele pasar con los vídeoclips, y tal vez en el futuro surjan doctorandos que lo expliquen  aludiendo al desfase entre superestructura (las ideas) e infraestructura (la tecnología),  lo que cuenta la historia tiene poco o nada que ver con la canción. En éste se ve a un grupo de chavales en completo silencio en la biblioteca de un centro escolar (espacio que se reconoce por ese inconfundible color verde que sólo se encuentra en los pupitres españoles). Al cabo de cincuenta minutos (según reza el rótulo), todos dejan la lectura, se levantan en silencio y, sin aspavientos, van devolviendo sus libros a los estantes y abandonan la sala en orden y sin intercambiar palabra.  Absorto en un álbum de Tintín se queda un rubio con aspecto de futuro guardián de discoteca, que es el que da paso a la coreografía planeada por Remei y Bernat, en la que todos esos chavalillos y chavalillas se mueven al ritmo que marca la música, lo que no quiere decir que bien ni coordinados.

Bien, pues este esfuerzo de semanas se resume en unos cinco minutos que, como se ve en las fotografías, hizo las delicias de los augustos invitados. Y aun no siendo una semióloga, sí logra leer en las expresiones de los tres cantantes una enternecida y halagada satisfacción.

Por mi parte, me ha quedado claro que el videoclip no puede adscribirse al estilo verista (aunque al final de la secuencia de la biblioteca un chaval se sube los pantalones al tiempo que camina y eso es un hallazgo interpretativo que ni el mejor Robert de Niro habría sabido improvisar) y que todo él demuestra que la constancia es una virtud que aún no han perdido muchos docentes, y si el Vaticano quiere recuperar la credibilidad y ponerse al compás de los tiempos, no dejará de hacerse eco de este milagro y guardar un hueco en el santoral para cuando dentro de muchísimos años estos colegas de la pública lleguen al Aula de Acogida que seguramente tendrá en su cielo ese al que se conoce como el auténtico Creador. (Aquí, tal vez el Vaticano demandaría el making-off como prueba de que no se torturó a ningún menor, pero comprenderán que, si el equipo hubiera dispuesto de dos cámaras, no iba a utilizar una de ellas para ponerse en evidencia con los métodos de coerción empleados para conseguir que los de 1º de la ESO no acabaran matándose por ser el protagonista.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario