sábado, 9 de junio de 2012


"Enseñanza no pagará el mes de julio a 1.721 profesores sustitutos" - El País, 7-06-2012



(Vídeo de la manifestación que tuvo lugar en Ripollet el jueves de la semana pasada y que reunió a una cantidad impresionante de personas)

Por si no fuera poco los recortes en el salario, en el IRPF, en el Fondo Social, y en la paga de junio, ahora los sustitutos no cobraremos el mes de julio, el que empleamos en acudir a cursos (pagados de nuestros bolsillos) para ponernos al día en alguna metodología que podamos aplicar en el aula para que el "oficio de enseñar" resulta un poco más gratificante cuando uno tiene delante a una mayoría de adolescentes con poco o nulo interés en aprender. Lo habitual es no cobrar el mes de agosto, pero si uno había sumado entre 6 y 9 meses de sustitución podía acceder a un "nombramiento" para ese mes, y ya no resultaba tan duro pasar el verano sin ingresos. Además, el curso que viene no se nos pagará la media hora de patio (que no me venga nadie a preguntar algo del trabajo porque no pienso responder ya que no estaré trabajando), ni las horas de guardia (¡ojalá no estén entre horas y me pueda ir antes a clase!) ni las tutorías (este año, por suerte, no he tenido). En mi caso, siempre he procurado ahorrar teniendo en cuenta esas variables, y he alternado mi labor docente con alguna traducción para poder sobrellevar la época de vacas flacas. Y yo podría entender esa norma de no pagar el mes de julio y dejarme en la calle libre y librada a  mi santa voluntad, si detrás no hubiera un ejercicio de desmantelamiento de todos los servicios públicos que son necesarios para mantener la cohesión social mientras se mantienen subvenciones a la escuela privada y concertada, sea religiosa o no.

Es cierto que la educación pública obligatoria deja mucho que desear y que el nivel de fracaso escolar es elevado. Se han esgrimido miles de causas para justificarlo o buscarle atenuantes, pero estaremos de acuerdo en que no será solamente la falta del sistema educativo: la sociedad en la que vivimos ahora está orientada al consumismo, al agotamiento de las experiencias y las vivencias sin apenas degustarlas, asimilarlas o entenderlas. Hay que tener a los jóvenes estabulados para que los padres, que suelen hacer jornadas laborales partidas, no se quejen de que no saben qué hacer con las criaturas mientras ellos trabajan, considerando que hoy día muchos abuelos también siguen activos laboralmente, o no viven en la misma población, y no pueden hacerse cargo de ellos.

Siguiendo el ejemplo de "otros países de nuestro entorno", recientemente se ha planteado la instauración de la jornada intensiva en la Secundaria, a petición de muchos profesores funcionarios, aunque yo no estoy de acuerdo con ella, sencillamente porque no me gusta madrugar y prefiero ir a trabajar dos tardes y evitar tener que levantarme a las seis y media de la mañana y estar maldurmiendo todas las noches. Creo que esa petición de los funcionarios sería buena para los alumnos si estos dedicaran las tardes a estudiar, pero como no lo hacen (así lo demuestran los testimonios de mis alumnos de 1º de Bachillerato, que hacen un recuento exhaustivo de las actividades extraescolares que les impiden dedicarse plenamente al estudio y al descanso) y la Administración exige a los centros que organice actividades para aquellos pupilos cuyos padres no pueden atenderlos, actividades en las que tendrían que estar implicados los docentes, aunque no consistan en impartir clases, está claro que es un berenjenal en el que muchos quieren meterse sin valorar sus muchos inconvenientes.

Pero algo que yo sí discuto es el hecho de que los docentes sean funcionarios, porque eso hace que el perfil de sus miembros sea casi siempre idéntico: personas con poco afán de cambio, que tienen en la estabilidad su principal valor en la vida, una estabilidad que luego les puede permitir planificar una familia, la compra de una vivienda, la organización de unas vacaciones y demás, pero que también conlleva un cierto inmovilismo a la hora de aceptar propuestas que podrían dinamizar la práctica docente y hacerla menos previsible, menos sometida a la presencia del profesor.


Pero, bueno, de eso ya hablaremos otro día.

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