












Las últimas acciones de los gobernantes son un ataque tan descarado a los derechos de los ciudadanos, cualquiera que sea el aspecto de la vida en sociedad a la que queramos aludir, que si no fuera por el frío que lleva dos semanas haciéndonos la vida más difícil y cara, deberíamos estar todo el día en la calle, con la pancarta alzada y con la garganta entonando el viejo lema de nuestros abuelos.
Porque el ataque de la contrarrevolución conservadora ha llegado ya al núcleo de Europa, es decir, el Estado del Bienestar. Un sistema de armonización social que ha sido el resultado de siglos de enfrentamientos y guerras, que se ha llevado por el camino la vida de cientos de millones de personas, y que apenas tiene 50 años en la mayoría de los países que ganaron la IIGM, y apenas quince en España, está siendo, no ya atacado sino directamente derribado con unas embestidas que ya no quieren ser disimuladas.
Es evidente que la economía de fantasía que se creó en los años ochenta y consolidó diversos lemas, como el TODO VALE, SIN COMPLEJOS, TODOS CONTRA TODOS, ha visto la llamada "deuda soberana", o sea la Deuda pública de los diferentes países europeos, como un maná inagotable -ya que procede de los impuestos directos e indirectos que generan los ciudadanos a cambio de la promesa de unos servicios públicos que hagan la lucha por la vida menos desesperada- del que adueñarse aun a riesgo de que la "deuda soberana" deje de ser el mecanismo con el que un Estado se subvenciona para ofrecer todos esos servicios sociales de calidad y pase a ser un mecanismo de control externo sobre las finanzas y, en consecuencia, la gestión política y social de ese país. En resumidas cuentas: un golpe de Estado desde el exterior, anónimo, por tanto irresponsable, con un recuento de bajas difícilmente verificable porque se producen en la intimidad de cada hogar, a medida que se van perdiendo los trabajos, las prestaciones por desempleo, las ayudas sociales complementarias y aumenta la desesperación, el miedo al futuro y la pérdida de confianza en las instituciones y en las reglas básicas de la convivencia.
Pero, lo que no saben quienes detentan el poder económico es que ahora la sociedad está mucho mejor informada y sabe lo que está perdiendo y las amenazas que se ciernen sobre nuestro futuro inmediato y el de los jóvenes a medio y largo plazo. Como se decía en las pancartas del 15-M, un lema que ha traspasado fronteras y se ha visto hasta en "Occupy Wall Street": SOMOS EL 99%.
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